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  • Writer's pictureVeronica Flamenco

La crisis del corona virus en el contexto anticristiano

Exclusivamente bajo mi propia responsabilidad, pongo el siguiente escrito ante el Señor, esperando que ayude a algunas personas a estar atentas a los signos de los tiempos. Fue en la Pascua de 2020 cuando la crisis del coronavirus, que irrumpió precipitadamente sobre la humanidad, se había “apoderado” de la vida pública, hasta el punto de que se cerraran las iglesias. Ahora, un año más tarde, no ha cambiado mucho la situación. Hoy la población mundial se ve confrontada a enormes esfuerzos por llevar a cabo una vacunación a nivel global, con el fin de lograr una especie de “inmunidad colectiva” (1). A través de esta medida, se pretende vencer al virus y devolver a las personas aquellas libertades que han perdido desde el primer confinamiento.

Serias observaciones y cuestionamientos Llama la atención el hecho de que las medidas que han sido tomadas casi al unísono por los gobiernos en gran parte del mundo, sean consideradas como “intocables”. Apenas se da un debate público sobre estas medidas, de tanto alcance, que se están tomando a raíz de la crisis. ¡Al contrario! La política, los medios de comunicación y los así llamados “gigantes tecnológicos” ni siquiera permiten un debate tal; sino que a menudo censuran otras informaciones. No se dan a conocer en el ámbito público las alternativas a las vacunas que se ofrecen. Todo lo que diverge de la “versión oficial”, fácilmente es catalogado como una “teoría de conspiración” de los “anti- vacunadores”. De esta forma, cualquier serio debate puede ser sofocado.

¿Por qué la propoganda masiva crea la impresión de que las medidas que se toman son inevitables? ¿Por qué no se presta oído al creciente número de médicos y científicos que expresan serias preocupaciones sobre el uso de mascarillas, sobre la vacunación y otras restricciones? ¿Por qué están establéciendose ya delimitaciones frente a los “no-vacunados”, excluyendo a estos últimos de ciertas “libertades civiles”? ¿Por qué se planifica la creación de certificados de vacunación para todos, lo que traería desventajas a aquellos que no se han vacunado? ¿Son éstas las únicas medidas coherentes frente a un virus cuya tasa de mortalidad ni siquiera es inusualmente alta? (2) ¿Acaso no da la impresión de que esta forma de afrontar la crisis se asemeja a cómo se lo hace en China? ¿Es que, de una u otra forma, se ha adaptado algo de sus métodos?

Presión moral No pocas veces se escucha decir que la vacunación es para beneficio de toda la población, y que aquellos que se rehúsan actúan de forma irresponsable. Incluso desde la Santa Sede en Roma llegan declaraciones similares, y gran parte de la jerarquía eclesiástica fomenta la vacunación mundial, como si fuera la única manera de afrontar esta crisis. Sin embargo, hay católicos que cuestionan o rechazan la vacuna, tanto por motivos morales como también por razones de carácter médico y científico (3).

Con una presión moral cada vez más fuerte, fácilmente podría generarse un ambiente de latente agresividad contra aquellas personas que han llegado a un punto de vista y decisión distintos en lo referente al manejo del Covid. Posiblemente estos tales sean considerados como una amenaza para la propia salud.

Desde la perspectiva de la fe ¿Por qué Dios permitió esta crisis? Según lo que veo, ni siquiera suele plantearse esta pregunta tan crucial en contexto con la crisis del coronavirus. Pero sin esta pregunta no se hallará ninguna clave para comprender la situación actual. Dios no deja el mundo simplemente a merced de sí mismo, como si el acontecimiento actual no tuviese nada que ver con Él. ¡Son Sus hijos los que viven en el mundo, a quienes Él ha destinado a vivir en comunión con Él y los unos con los otros!


Transgresión de los mandamientos de Dios Para una armoniosa convivencia con Dios y con los hombres, hay condiciones que no pueden incumplirse sin que ello acarree graves consecuencias. Esto incluye la observación de los mandamientos de Dios, pues sólo bajo esta condición podrá desarrollarse la verdadera vida (cf. Dt 30,16). Sin embargo, Sus mandamientos están siendo masivamente violados. La protección de la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural se encuentra gravemente amenazada. El aborto es la primera causa de mortalidad a nivel mundial (4). También el término natural de la vida está cada vez más en peligro a causa de la eutanasia. La destrucción de los matrimonios y de las familias, el avance de una absurda ideología de género, la presión masiva para que las uniones homosexuales sean consideradas equivalentes al matrimonio; el fraude, la corrupción, la decadencia moral en diversos ámbitos, entre muchas otras cosas... Todo ello distorsiona y oscurece el rostro de Dios que debería reflejarse en la vida de los hombres.

Siendo Dios un Padre amoroso, ¿debería acaso cerrar simplemente los ojos, como si todo esto fuese irrelevante? ¿Debería dejar que todo siga así, sabiendo bien a dónde conduce este declive? ¡No! ¡Él no actúa así!

Desviaciones en la Iglesia Católica La misión de la Iglesia consiste en anunciar a Jesucristo como Redentor de la humanidad, que a cada hombre le ofrece la salvación. En la Persona de Cristo, la misericordia de Dios se inclina hacia nosotros, dándole a cada uno la oportunidad de convertirse y vivir conforme a la Voluntad de Dios y en la verdadera luz.

Pero en estos tiempos la Iglesia se muestra sumamente débil. En lugar de dar una clara orientación a las personas, haciendo resonar el llamado a la conversión y mostrando a los hombres la necesidad de vivir conforme a la Voluntad de Dios, la voz de la Iglesia habla al unísono con los líderes de este mundo, como si ellos pudiesen señalarnos el camino correcto para salir de la crisis actual. Más aún: las autoridades eclesiásticas nos exhortan a someternos a instituciones cuyo carácter anticristiano es evidente (5).

¿De dónde viene esto? ¿Por qué la Iglesia parece casi haber perdido su carácter profético e incluso corre el riesgo de convertirse en un instrumento del poder civil? Sin pasar por alto el hecho de que ya antes había confusiones en la Iglesia, graves errores se han acumulado en el Pontificado actual:

Empezó con Amoris Laetitia, aquella exhortación apostólica que abrió una puerta para poder, bajo ciertas circunstancias, recibir los santos sacramentos aun viviendo en un estado de pecado a nivel objetivo (6). ¡Esto es contrario a la doctrina precedente de la Iglesia! Lamentablemente, esta “apertura” debe considerarse como un paso que favorece los sacrilegios.

El “Documento sobre la Fraternidad Humana”, firmado en Abu Dabi por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, en el cual se afirma que “el pluralismo y la diversidad de religión (...) es expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”(7), opaca el encargo misionero de Cristo, al cual la Iglesia ha de servir sin reservas (cf. Mt 28,19- 20). Por tanto, la Declaración de Abu Dabi contradice el testimonio de la Sagrada Escritura y la doctrina de la Iglesia, y desvirtúa el mandato misionero del Señor.

Posteriormente tuvo lugar el así llamado “culto a la Pachamama” en los Jardines Vaticanos, en presencia del Papa Francisco; un acto que debe ser considerado como una idolatría y, por tanto, una ofensa objetiva a Dios, que aún no ha sido reparada y que se dio en la Sede misma de la Iglesia Universal.


¿Acaso Dios, siendo un Padre amoroso, debería simplemente pasar por alto todo esto como si no tuviese importancia? ¿Precisamente en Su Iglesia? ¡No! ¡Él no actúa así!

Llamado a la conversión La crisis mundial del coronavirus debe ser entendida como una advertencia muy seria de parte de Dios, para que los hombres se aparten de los caminos del pecado y del error. La violación de Sus mandamientos no solamente es un rechazo a un Dios amoroso; sino que además oscurece la vida humana en su totalidad. Da cabida a aquellos poderes espirituales que quieren hacer daño al hombre y usurparle su dignidad de hijo de Dios.

Entonces, la verdadera salida de esta crisis no consiste en una cuestionable vacunación mundial, para luego seguir como antes en el camino de alejamiento de Dios y de muchos extravíos; sino en la conversión a Dios. ¡La vida de los hombres ha de ser conciliada con la Voluntad de Dios! Cualquier otra cosa sólo agravará la crisis y esclavizará al hombre. Entonces, lo que a la Iglesia le correspondería hacer es seguir el camino que Dios le ha trazado, alejarse claramente de los errores y extravíos, y anunciar el Reino de Dios con autoridad.

Un Reino del Anticristo Al inicio de la crisis a causa del coronavirus, algunos prelados valientes y vigilantes escribieron un manifiesto, en el cual advertían de que esta crisis podría ser aprovechada por aquellas fuerzas que intentan erigir un así llamado “Gobierno Mundial” (8).

Hace tiempo que ciertos políticos y otras personalidades públicas postulan un “Gobierno Mundial” (9). En el contexto de una crisis mundial, tales propuestas pueden ser consideradas y dinamizadas como una solución global. De alguna manera, en la presente crisis ya pueden reconocerse rasgos de un control central: En casi todo el mundo están siendo aplicadas las directrices de la OMS, y los gobiernos adoptan sus indicaciones. Lamentablemente no podemos descartar que, de esta forma, sigan fomentándose planes para una mayor centralización a diversos niveles.

Pero ¿qué tipo de ‘Reino’ sería ése, en el cual casi todo el mundo quedaría bajo el dominio de un poder central? Las Sagradas Escrituras nos anuncian la llegada de un así llamado “Anticristo” en los Últimos Tiempos, antes del Retorno de Cristo (cf. 2Tes 2,1-12; 1Jn 2,18-19.22-23). La mayoría de los autores que desarrollan esta temática basándose en la Escritura, suponen que se tratará de un “gobernante mundial”, cuya influencia política y espiritual se extenderá sobre toda la Tierra durante un cierto tiempo (10). El único impedimento para que un gobierno tal pueda desplegarse plenamente serán aquellas personas que reconozcan y rechacen la autoridad presuntuosa y cuasi-divina del Anticristo, porque lo identificarán como enemigo de Dios y permanecerán en obediencia a Dios y a Su Hijo Jesucristo. Sin embargo, el Anticristo podrá engañar a muchas personas, puesto que –según se asume– se presentará como una especie de “apóstol de la paz” y ofrecerá aparentes soluciones a los problemas existentes (11).

El Anticristo contará con el apoyo de un “Falso Profeta”, quien representará, por así decir, la dimensión espiritual y religiosa, y seducirá a las personas a escuchar al Anticristo (12). Bajo el dominio del Anticristo, se erigiría una especie de “anti-reino”, opuesto al reinado de Dios. En términos apocalípticos, podríamos llamarlo el “Reino de la Bestia” (cf. Ap 16,10).


La crisis del coronavirus: ¿un ensayo para un “Nuevo Orden Mundial”? ¿Será que tienen razón aquellas voces que advierten de que ciertos círculos están utilizando esta crisis para introducir una especie de “Gobierno Mundial”, que controlaría todos los ámbitos de la vida humana, anularía las características propias e identidades nacionales y les prescribiría cada vez más a las personas cómo tienen que vivir?

Desde la perspectiva de la fe cristiana, uno se vuelve sumamente vigilante cuando oye decir que, sin hacer un cuidadoso discernimiento de los espíritus, deberíamos confiar en instituciones que promueven políticas evidentemente anticristianas. Por ejemplo: ¿por qué habríamos de confiar en una OMS, que fomenta el libre acceso al aborto, la sexualización precoz de los niños, las agrupaciones LGBT y la ideología de género; y que en el año 2014, en el marco de una campaña de vacunación contra el tétanos en Kenia, inoculó a millones de mujeres jóvenes con una vacuna que, sin el conocimiento de ellas, estaba combinada con una sustancia causante de infertilidad y abortos múltiples? (13)

Si la OMS y otras instituciones de tendencia similar llevarían la batuta para una política globalizada, entonces ésta tendría un evidente carácter anticristiano. Sucedería lo contrario de aquello que sería la respuesta correcta a la crisis del coronavirus. En lugar de convertirse y luchar contra los terribles males morales, tanto a nivel personal como a nivel social; la humanidad, bajo una política global de este carácter y bajo el liderazgo de fuerzas anticristianas, se enredaría aún más en la cultura de la muerte. Fuera de dudas esto sólo puede corresponder a un plan de las tinieblas. Un “Nuevo Orden Mundial” (New World Order) podría convertirse en un excelente instrumento para erigir un dominio anticristiano y preparar el camino para la venida del Anticristo.

Conclusión Una fe ciega en las actuales políticas de los gobiernos ante el coronavirus no es lo oportuno. Ni los muchos confinamientos, ni el uso de mascarillas, ni la difusión de una vacuna que no ha sido suficientemente examinada, ni la creación de certificados de vacunación son medidas que inspiren confianza. Se supone que las personas recuperarán su libertad cuando se hayan vacunado. Pero ¿de qué libertad se trata y quién la concede? ¿Los gobiernos?

En realidad, son libertades que le corresponden al hombre en virtud de la dignidad que ha recibido de Dios. Si los gobiernos se las quitan a los personas, para después devolvérselas bajo ciertas condiciones, entonces se arrogan una autoridad que no les corresponde. Será necesaria una gran vigilancia para observar si en este contexto, bajo el pretexto de que el coronavirus representa una amenaza mortal para la población mundial, se desarrollan nuevas formas de gobierno que llevan a las personas a dependencias de las industrias farmacéuticas y otras instituciones de carácter anticristiano.

Si no se da una verdadera conversión de los hombres, que es la exhortación que Dios hace resonar también a través de los acontecimientos actuales, tendremos que contar con que las fuerzas hostiles a Dios se apoderarán cada vez más de esta situación y, en el peor de los casos, incluso intentarán erigir un reino anticristiano mundial, bajo la apariencia de hacer lo correcto y lo mejor para todos los hombres. Sin embargo, ésta sería una catástrofe incomparablemente mayor que la crisis actual a raíz del Covid-19.

¡Que Dios nos preserve de ello! Pero si ya no se lo puede evitar, Dios nos mostrará cómo afrontar esta situación. _____________ Hno. Elías 24 de abril de 2021


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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS EN EL CONTEXT
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